Saturday, December 27, 2008

Día 6

Elefantes, leones y cobras

El león es el rey de la selva, eso dicen. ¿Y por qué el león y no el elefante? Los leones sólo le temen a los elefantes, que son mucho más grandes, fuertes e inteligentes.

Todo entra por los ojos. El león es un cazador, musculoso, rápido, de apariencia majestuosa, agresivo, territorial, sexual. La gente quiere que él sea el rey. Pero ponle a un elefante furioso cerca y correrá despavorido como un triste gato doméstico.

El elefante, el verdadero rey sin corona, es muy grande y poderoso, pero parece apacible, bonachón, lento. Es inteligente, memorioso, sensible, parece hasta ser consciente de su mortalidad, reflexiona y se entristece ante el cadáver de un compañero. No es un cazador, sólo come plantas, no necesita de estrategias, juegos ni patrañas para obtener lo suyo, no necesita despliegues de virilidad. Come tranquilamente y se desplaza por la sabana, cuida a los suyos, abre camino. Hasta puede colaborar con seres despreciables como los humanos si estos lo tratan bien, con respeto.

Pero cuando algo lo indigna, cuando enfurece, un solo elefante puede destruir una aldea y todo lo que encuentre en su camino. ¿Qué león podría hacer algo así? El elefante furioso pisa cabañas, niños, perros, gallinas, todo lo necesario para aplacar su ira.

La furia del león tiene que ver con sus necesidades básicas, es fiero para poder comer, fiero para poder gozar de los favores de las leonas. Su ferocidad es un medio. La furia del elefante, en cambio, es un fin en sí, es el descontrol ante la frustración, es el desfogue puro, es la rabia pura. No es para cazar, no es para conquistar, es para destruir por el placer y necesidad de destruir y establecer su condición de verdadero rey, de verdadero poseedor del poder, aunque por la eternidad su verdadero lugar no le sea reconocido.

Y por los siglos de los siglos, la mayoría de tontos humanos seguirá mirando con admiración y temor al sobrevalorado león mientras que el elefante solo les hará sonreir. Pero eso es solo posible para los que no han sentido de primera mano la furia del elefante.

Sin embargo, el poderoso elefante no puede siempre hacer valer su poder. La cobra, infinitamente más pequeña e incapaz de penetrar la piel gruesa del paquidermo con su veneno, es, sin embargo, capaz de ahuyentar a un elefante macho adulto. Por su bravura, por su seguridad, el reptil logra lo que otros no pueden. La reina cobra, entonces, finalmente pone todo de cabeza con su desfachatez.

Pero, ¿quién sabe? Quizás haya en algún lugar un elefante cuya ira está creciendo día a día, un animal indignado que se prepara no solo para pisotear gatos de todos los tamaños sino que también está suficientemente cegado por la ira como para pisotear a las malditas cobras que lo mantuvieron en jaque...

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