Mientras tanto...
No quiero volver a escribir con regularidad hasta cuando haya recuperado la tranquilidad y el control sobre mis recorridos oníricos, pero no quiero perder la costumbre de escribir tampoco...
Y los muros de este infierno serán, así, cada día más herméticos.
Saturday, February 14, 2009
Saturday, January 31, 2009
Día 8
La retirada de enero
Vuelvo tras un mes de silencio. Todo este mes he tratado de volver a la normalidad, aunque mi vida distaría mucho de ser normal para la mayoría de personas que me rodean.
He evitado todo contacto con la musa reticente, ahora mis caminatas son a otras horas, calculo que es casi imposible toparme con ella y eso es bueno. Ella debe existir solamente en otro plano, en el tercio más grato de la vida. He evitado el Internet y he leído más, incluso varios libros de autores que antes nunca había conocido. He escrito más, aunque sin buenos resultados. He compuesto canciones y ya no son tan oscuras. He pensado comprar un piano, pero no sé si seré capaz de ahorrar tanto dinero.
He soñado mucho pero, aunque en los sueños soy el piloto, no puedo evitar navegar siempre con la musa reticente a la vista. Y me aterra que a veces su rostro se transforma en el de ella. Sí, ella. La que me llevó al terrible crimen hace muchos años.
Lima en el verano es a veces encantadora y lo debo admitir. La he aprendido a querer en estos diez años pero nunca me sentiré realmente limeño. Ni perderé jamás el acento extranjero.
En este mes he hablado muy poco con otra gente, mucho menos aún que de costumbre. Sólo escucho mi voz al ensayar melodías y letras para mis canciones. La oscuridad es menor, pero la angustia sigue ahí, la angustia por verla que alguna vez confundí con amor.
No debo escribir más, ya que no hay un tema particular hoy ni ando inspirado. Es solo un aviso para el lector imaginario: Sigo por aquí.
Vuelvo tras un mes de silencio. Todo este mes he tratado de volver a la normalidad, aunque mi vida distaría mucho de ser normal para la mayoría de personas que me rodean.
He evitado todo contacto con la musa reticente, ahora mis caminatas son a otras horas, calculo que es casi imposible toparme con ella y eso es bueno. Ella debe existir solamente en otro plano, en el tercio más grato de la vida. He evitado el Internet y he leído más, incluso varios libros de autores que antes nunca había conocido. He escrito más, aunque sin buenos resultados. He compuesto canciones y ya no son tan oscuras. He pensado comprar un piano, pero no sé si seré capaz de ahorrar tanto dinero.
He soñado mucho pero, aunque en los sueños soy el piloto, no puedo evitar navegar siempre con la musa reticente a la vista. Y me aterra que a veces su rostro se transforma en el de ella. Sí, ella. La que me llevó al terrible crimen hace muchos años.
Lima en el verano es a veces encantadora y lo debo admitir. La he aprendido a querer en estos diez años pero nunca me sentiré realmente limeño. Ni perderé jamás el acento extranjero.
En este mes he hablado muy poco con otra gente, mucho menos aún que de costumbre. Sólo escucho mi voz al ensayar melodías y letras para mis canciones. La oscuridad es menor, pero la angustia sigue ahí, la angustia por verla que alguna vez confundí con amor.
No debo escribir más, ya que no hay un tema particular hoy ni ando inspirado. Es solo un aviso para el lector imaginario: Sigo por aquí.
Tuesday, December 30, 2008
Día 7

Nuestra vida puede dividirse de muchas maneras. Algunos dirán que primero viene la niñez, luego la adolescencia, etc., otros quizás vean ciclos recurrentes. Yo pienso que se divide en tres y que cada día vivimos un poco de cada una de esas etapas. Más o menos un tercio de la vida la pasamos trabajando o estudiando, o haciendo cosas relacionadas con las obligaciones con la sociedad, o algo asi. Otro tercio lo pasamos en nuestras cosas privadas, haciendo los deberes de la casa, divirtiéndonos con amigos, viendo TV, leyendo libros, caminando por el malecón...
Yo en los últimos años me he concentrado mucho más en el otro tercio: el sueño. Las horas en las que duermo son las que más valoro. He aprendido a apreciarlas y a entender lo equivocado que está el mundo moderno en querer mostrarnos que lo importante en la vida son las otras dos, y sobre todo la del trabajo. En la noche cierro los ojos y soy libre. He aprendido a navegar a través de los sueños, a dejar que me lleven por momentos aunque a veces me asusten, pero al fin y al cabo soy el piloto, hasta ahora he logrado mantenerme firme en el timón.
Unos viven para trabajar, otros trabajan para vivir. Yo ya no trabajo porque recibo una modesta pensión. Esa modesta pensión me permite vivir austeramente. Y con eso vivo para soñar.
Por eso es que ya no debo buscar a la musa reticente, me está alejando del perfecto equilibrio y hacia lo mundano, donde no puedo ser el piloto.
Saturday, December 27, 2008
Día 6

El león es el rey de la selva, eso dicen. ¿Y por qué el león y no el elefante? Los leones sólo le temen a los elefantes, que son mucho más grandes, fuertes e inteligentes.
Todo entra por los ojos. El león es un cazador, musculoso, rápido, de apariencia majestuosa, agresivo, territorial, sexual. La gente quiere que él sea el rey. Pero ponle a un elefante furioso cerca y correrá despavorido como un triste gato doméstico.
El elefante, el verdadero rey sin corona, es muy grande y poderoso, pero parece apacible, bonachón, lento. Es inteligente, memorioso, sensible, parece hasta ser consciente de su mortalidad, reflexiona y se entristece ante el cadáver de un compañero. No es un cazador, sólo come plantas, no necesita de estrategias, juegos ni patrañas para obtener lo suyo, no necesita despliegues de virilidad. Come tranquilamente y se desplaza por la sabana, cuida a los suyos, abre camino. Hasta puede colaborar con seres despreciables como los humanos si estos lo tratan bien, con respeto.
Pero cuando algo lo indigna, cuando enfurece, un solo elefante puede destruir una aldea y todo lo que encuentre en su camino. ¿Qué león podría hacer algo así? El elefante furioso pisa cabañas, niños, perros, gallinas, todo lo necesario para aplacar su ira.
La furia del león tiene que ver con sus necesidades básicas, es fiero para poder comer, fiero para poder gozar de los favores de las leonas. Su ferocidad es un medio. La furia del elefante, en cambio, es un fin en sí, es el descontrol ante la frustración, es el desfogue puro, es la rabia pura. No es para cazar, no es para conquistar, es para destruir por el placer y necesidad de destruir y establecer su condición de verdadero rey, de verdadero poseedor del poder, aunque por la eternidad su verdadero lugar no le sea reconocido.
Y por los siglos de los siglos, la mayoría de tontos humanos seguirá mirando con admiración y temor al sobrevalorado león mientras que el elefante solo les hará sonreir. Pero eso es solo posible para los que no han sentido de primera mano la furia del elefante.
Sin embargo, el poderoso elefante no puede siempre hacer valer su poder. La cobra, infinitamente más pequeña e incapaz de penetrar la piel gruesa del paquidermo con su veneno, es, sin embargo, capaz de ahuyentar a un elefante macho adulto. Por su bravura, por su seguridad, el reptil logra lo que otros no pueden. La reina cobra, entonces, finalmente pone todo de cabeza con su desfachatez.
Pero, ¿quién sabe? Quizás haya en algún lugar un elefante cuya ira está creciendo día a día, un animal indignado que se prepara no solo para pisotear gatos de todos los tamaños sino que también está suficientemente cegado por la ira como para pisotear a las malditas cobras que lo mantuvieron en jaque...
Friday, December 26, 2008
Día 5

La frustración me hace pensar nuevamente en el suicidio, pero ya antes he sabido con certeza que soy muy cobarde para hacerlo. Cuando pienso que el dolor es insoportable, de pronto la mente se agota y ya no puede ni generar más dolor. Entro a un estado de entumecimiento. Ese estado en el que sobrevivido los últimos díez años. Pero la musa reticente me ha despertado y no sé si debería agradecérselo o maldecirla.
Thursday, December 25, 2008
Día 4
Navidad ciudad soledad...
Navidad rima con soledad, pero no le haré una canción a esta fiesta absurda. En estos días he luchado contra la inercia de todos estos años para empezar a componer nuevamente. Pensé que saldrían canciones para la musa reticente, pero no ha sido así. Ha salido de algún sótano enmohecido, entre muchos otras, una melodía oscura y lenta que me asusta un poco y dice algo así sobre acordes menores y otros sin nombre conocido...
Sin título...
Las rejas se han abierto
No duermo y no despierto
Dando mil y un vueltas
Al nudo en mi cabeza
No quiero enfrentar al cielo
Rehuyo y me encierro
el mar vomita en olas
y el sol proyecta sombras
La luna llega al fin
Me trae otro botín
de sueños y acertijos que yo nunca entendí
Las rejas se han abierto
había un demonio ahí dentro
que ahora da mil vueltas
al nudo en mi cabeza
Que cunda el silencio
que sane al enfermo
que llegue un mensajero
con cartas para el muerto
La luna llega al fin
Me trae otro botín
de sueños y acertijos que yo nunca entendí
Navidad rima con soledad, pero no le haré una canción a esta fiesta absurda. En estos días he luchado contra la inercia de todos estos años para empezar a componer nuevamente. Pensé que saldrían canciones para la musa reticente, pero no ha sido así. Ha salido de algún sótano enmohecido, entre muchos otras, una melodía oscura y lenta que me asusta un poco y dice algo así sobre acordes menores y otros sin nombre conocido...
Sin título...
Las rejas se han abierto
No duermo y no despierto
Dando mil y un vueltas
Al nudo en mi cabeza
No quiero enfrentar al cielo
Rehuyo y me encierro
el mar vomita en olas
y el sol proyecta sombras
La luna llega al fin
Me trae otro botín
de sueños y acertijos que yo nunca entendí
Las rejas se han abierto
había un demonio ahí dentro
que ahora da mil vueltas
al nudo en mi cabeza
Que cunda el silencio
que sane al enfermo
que llegue un mensajero
con cartas para el muerto
La luna llega al fin
Me trae otro botín
de sueños y acertijos que yo nunca entendí
Monday, December 15, 2008
Día 2
Dos hermanas viejas, una hija loca, una musa reticente...
En el piso de arriba viven dos ancianas, creo que son hermanas aunque no se parecen mucho. Hace más de diez años que vivo acá en este departamento en un viejo edificio en el distrito de Miraflores, y cuando llegué estaban sólo las dos. Las conozco de vista pero no conozco sus nombres.
En algún momento vino a quedarse la hija de una de ellas, una mujer de unos cincuenta años. Nunca he cruzado palabra con ella. En la calle parecería una persona bastante común y corriente, salvo por los lentes oscuros que siempre lleva y quizás por una expresión facial casi exageradamente seria. Esta mujer, sin embargo, dentro de su casa se convierte en un monstruo cuyos gritos y lamentos llegan a amenazar mi equilibrio mental y emocional. En diversos momentos del dia se le oye increpar, reclamar e insultar a su vieja madre.
Reclama acerca de dinero que debió recibir de la venta de una casa y que nunca le llegó. Reclama acerca de la suerte de algún hermano suyo, el hijo que siempre fue el favorito de los padres desde que eran niños. Llora de una manera infantil que puede ser hasta graciosa por unos minutos, pero luego me crispa los nervios y se convierte en una pesadilla. Entonces golpeo la pared, a veces la ventana de la cocina, y en varias ocasiones parece que me escucha y se calla, o al menos baja la intensidad de las molestias.
Al parecer ella no trabaja ni tiene alguna actividad regular fuera de su casa. Dice con frecuencia que no entiende, o al menos es lo que se llega a descifrar, por qué su madre no le puede dar un dinero que le permita irse del país. Parece que tiene planes de ir a España y empezar su vida de nuevo. Ojalá, si se va, pueda conseguir mejor asistencia psicológica por allá. Acá la suelo ver volviendo de la farmacia con pastillas en la mano. Me imagino que las toma de la manera que le viene en gana.
Echado en mi cama la oigo algunas madrugadas y siento que me volveré loco, pero antes de que eso suceda ya estoy profundamente dormido. Seguramente afecta la calidad de mi preciado sueño pero no hay mucho que pueda hacer. Alguna vez hice una queja telefónica y no prosperó. Pero, aunque parezca mentira, las quejas de esta mujer también me pueden hacer sentir bien. Es porque me hacen pensar en que sobrellevo bastante bien la soledad, en comparación con otra gente.
Un perro ladra con desesperación en la calle y se siente un leve eco tras cada ladrido. La calle está vacía, la loca de arriba está callada, y es hora de irme a dormir. Mi musa reticente quizá también esté a punto de echarse a dormir a muchas cuadras de aquí. Le deseo buenas noches.
En el piso de arriba viven dos ancianas, creo que son hermanas aunque no se parecen mucho. Hace más de diez años que vivo acá en este departamento en un viejo edificio en el distrito de Miraflores, y cuando llegué estaban sólo las dos. Las conozco de vista pero no conozco sus nombres.
En algún momento vino a quedarse la hija de una de ellas, una mujer de unos cincuenta años. Nunca he cruzado palabra con ella. En la calle parecería una persona bastante común y corriente, salvo por los lentes oscuros que siempre lleva y quizás por una expresión facial casi exageradamente seria. Esta mujer, sin embargo, dentro de su casa se convierte en un monstruo cuyos gritos y lamentos llegan a amenazar mi equilibrio mental y emocional. En diversos momentos del dia se le oye increpar, reclamar e insultar a su vieja madre.
Reclama acerca de dinero que debió recibir de la venta de una casa y que nunca le llegó. Reclama acerca de la suerte de algún hermano suyo, el hijo que siempre fue el favorito de los padres desde que eran niños. Llora de una manera infantil que puede ser hasta graciosa por unos minutos, pero luego me crispa los nervios y se convierte en una pesadilla. Entonces golpeo la pared, a veces la ventana de la cocina, y en varias ocasiones parece que me escucha y se calla, o al menos baja la intensidad de las molestias.
Al parecer ella no trabaja ni tiene alguna actividad regular fuera de su casa. Dice con frecuencia que no entiende, o al menos es lo que se llega a descifrar, por qué su madre no le puede dar un dinero que le permita irse del país. Parece que tiene planes de ir a España y empezar su vida de nuevo. Ojalá, si se va, pueda conseguir mejor asistencia psicológica por allá. Acá la suelo ver volviendo de la farmacia con pastillas en la mano. Me imagino que las toma de la manera que le viene en gana.
Echado en mi cama la oigo algunas madrugadas y siento que me volveré loco, pero antes de que eso suceda ya estoy profundamente dormido. Seguramente afecta la calidad de mi preciado sueño pero no hay mucho que pueda hacer. Alguna vez hice una queja telefónica y no prosperó. Pero, aunque parezca mentira, las quejas de esta mujer también me pueden hacer sentir bien. Es porque me hacen pensar en que sobrellevo bastante bien la soledad, en comparación con otra gente.
Un perro ladra con desesperación en la calle y se siente un leve eco tras cada ladrido. La calle está vacía, la loca de arriba está callada, y es hora de irme a dormir. Mi musa reticente quizá también esté a punto de echarse a dormir a muchas cuadras de aquí. Le deseo buenas noches.
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